viernes, 1 de octubre de 2010

Escrito en Twitter: nuevas posibilidades para la creación literaria



Twitter no es sólo una red social basada en un espacio mínimo de 140 caracteres para escribir una idea, información, reflexión, estado de ánimo y todo aquello que las personas quieran expresar públicamente, en comunidad y en diálogo permanente. Esta brevedad que pone a prueba la capacidad de síntesis de quienes tuitean, se va acentuando día a día y abre la posibilidad cada vez mayor de constituirse en un camino nuevo para el ejercicio de la creación literaria. Les dejo un detallado artículo de Leonardo Tarifeño (@leotarif ), publicado hoy en el diario La Nación.


"El último hombre sobre la Tierra está sentado a solas en una habitación. Llaman a la puerta." Junto a "El dinosaurio", de Augusto Monterroso, éste del estadounidense Fredric Brown es uno de los microrrelatos más famosos jamás escritos. Pero desde que existe Twitter, también es, o podría ser, un tweet .
El surgimiento de Twitter representa una revolución en la galaxia digital, y su impacto abre nuevas posibilidades para la creación literaria. Su historia comenzó en 2006, cuando el informático Jack Dorsey ( @jack ) se propuso desarrollar un servicio web que permitiera enviar mensajes de texto de un máximo de 140 caracteres a distintos grupos de personas, siempre a partir de la respuesta a la sencillísima pregunta "¿qué estás haciendo?". El producto, por entonces llamado Twttr para mantenerse dentro de la exitosa estela cibernética de Flickr (uno de los principales sitios de fotos), comenzó a usarse internamente en Obvious, la compañía donde trabajaba @jack , y ya en marzo de 2007 obtuvo el premio del festival South by Southwest en la categoría de blog . Hoy, a menos de un lustro de distancia de su aparición en la escena global, más de 150 millones de usuarios (300 mil nuevos por día) se conectan a Internet para contar qué hacen, dónde están, qué les gustó y qué vieron a través de la red de microblogging más popular del mundo. El jefe de Gabinete Aníbal Fernández ( @fernandezanibal ) la utiliza para difundir las políticas del gobierno y romper lanzas en favor de ellas; Lady Gaga ( @ladygaga ), para estar en contacto con sus fans y mostrar retazos de su intimidad. Y algunos, a lo largo y ancho del planeta, para experimentar con las herramientas de la literatura.

Como queda claro desde su origen, Twitter se parece más a Facebook que a Madame Bovary , y su espíritu se corresponde con la comunicación más que con la narración o la reflexión. Resulta particularmente útil para contar un incendio en tiempo real, informar de un terremoto o convocar a una manifestación; no parece tan práctico a la hora de imaginar una novela o un cuento. Su mundo es el del contacto -virtual- directo, el de la tiranía de lo cuantificable (visible en el esfuerzo de los usuarios por conseguir seguidores o followers y retweets para cada mensaje o tweet ), y el del "yo performativo" que crece a semejanza de la imagen construida por los propios tweets .

"Al procesar mi experiencia instantáneamente, en Twitter empaqueto mi vida mientras la vivo", apuntó la escritora Peggy Orenstein en su luminoso artículo "I Tweet, Therefore I Am", publicado en The New York Times Magazine . En el mejor de los casos, los tweets son interesantes y pasajeros, por cierto las dos características que Brian Eno reclamó para el ambient , el género de música electrónica que inventara con su disco Music for Airports (1978). En la historia posterior a ese disco, músicos, críticos y hasta el propio Eno coincidieron en que el ambient es, como la mala literatura, insustancial. Y Twitter, paraíso de lo interesante y pasajero, también puede llegar a serlo, tal como Andrés Calamaro denunció en su blog cuando algunos "conectados a la nada" que semanas atrás lo irritaron al extremo de verse obligado a cerrar su cuenta personal. ¿Internet estimula el libre acceso a información valiosa y útil o, por el contrario, promueve la nada generalizada? La nada como vacío o como plenitud: en ambos extremos palpita la experiencia cibernética, y Twitter es uno de los mejores ejemplos de ello.

Tal vez para enriquecer la herramienta con un sentido más denso, desde un primer momento los usuarios vieron en Twitter potencialidades literarias que se expresan en formas de creación, pero también, y sobre todo, de difusión. En este último caso, los ejemplos son innumerables y van de lo más pequeño al novelón de tres kilos. Definido por la brevedad, los 140 caracteres de un tweet son ideales para el haiku, el poema tradicional japonés que consta de unas pocas sílabas; para aprovechar esa longitud, y al mismo tiempo llegar a un público amplio y diverso, Daily Haiku ( @dailyku ) "twittea" diariamente uno o varios haiku de Matsuo Bashô, Yosa Buson, Kobayashi Issa y otros maestros del género.

En la vereda de enfrente por estética y tamaño, Rayuela , la gran novela de Julio Cortázar, encontró en el proyecto Tuitilibros ( www.tuitilibros.wordpress.com ) a quienes la "twittearan" a razón de 140 caracteres por día, frase a frase y capítulo por capítulo, en una aventura virtual que parece combinar el folletín, el dadaísmo, el eslogan enloquecido y el e-mail interruptus . A partir de esta experiencia, y después de lo que en el sitio califican como un "éxito rutilante", Tuitilibros prosigue con la twitterización (?) de Cortázar en @62project , donde el libro cortado, pegado y "twitteado" es el ya de por sí vanguardista 62/Modelo para armar.

Biografía de un anfibio

Twitter es un anfibio del mundo virtual, y quizás en esa hibridación haya que buscar el secreto de su encanto. Su identidad se reparte en la combinación de las formas digitales más populares y adopta lo mejor de cada una: el contacto permanente de las redes sociales (a pesar de que no sea una de ellas), la exposición del yo que define a los blogs y la contundente brevedad e instantaneidad del SMS. Aunque no es un buscador (como Google), permite compartir y profundizar una cuestión a través de links , y con "etiquetas" o hashtags instala un tema sobre el que cualquier usuario puede encontrar información o aportar datos y opiniones. Es así como con el sencillo hashtag #librodeldia es posible asistir a recomendaciones literarias de toda clase, en la que cada uno participa de la manera que desee.

Mientras escribo este artículo, veo en mi Twitter que @LectorMetálico recomienda Yo Claudio , de Robert Graves; para @giselakozak es tiempo de leer la poesía de Osip Mandelstam y Anna Ajmátova; @ketzaldie dice que no hay nada como El barón rampante , de Italo Calvino, y los venezolanos reunidos en @queleer llevan varios tweets dedicados a la vida y milagros de Truman Capote. Si quisiera detalles o razones de por qué hablan tan bien de tal o cual título, podría mandarles un mensaje directo (DM) sin ninguna necesidad de conocerlos. También podría recomendarles a @marktwain , quien todos los días escribe una cita del autor de Las aventuras de Huckleberry Finn , o a otros que hacen un trabajo similar, como @kurt_vonnegut o @roberto_bolano , y el Club del Libro Wossy ( www.wossybookclub.com ) en el que @wossy les pide a los miembros que lean un mismo libro a la semana, para luego comentarlo entre todos con frases de 140 caracteres. Las posibilidades de interrelación y búsqueda en red parecen infinitas, y por eso Twitter es muy probablemente la herramienta cibernética más adictiva de todas las que conocemos.

Y es que además, a la inversa de Facebook, Orkut y otras redes sociales, Twitter democratiza el contacto a tal punto que cualquier usuario puede seguir a otro (convertirse en un follower ) sin pedir autorización. Esta nueva forma de intimidad determina que aquellos interesados en la literatura puedan estar al tanto del trabajo, las ideas y los pasos de la creadora de la serie de Harry Potter, J. K. Rowling ( @jk_rowling ), Bret Easton Ellis ( @eastonellis ), Chuck Palahniuk ( @chuckpalahniuk ), Susan Orlean ( @susanorlean ), Neil Gaiman ( @neilhimself ), Margaret Atwood ( @margaretatwood ) y Anne Rice ( @annericeauthor ), entre muchísimos otros. Curiosamente, o no tanto, ninguno de ellos utiliza su cuenta para fines de experimentación literaria, y en sus tweets hablan de tortas de chocolate (Orlean), promocionan biografías que les dedican (Palahniuk), linkean entrevistas que les hacen (Easton Ellis), opinan sobre la mezquita que podría levantarse en la Zona Cero neoyorquina (Rice) o felicitan a otros autores (Atwood); en definitiva nada más ni menos banal que lo que podría "twittear"cualquier hijo de vecino no tan ilustrado. Da la impresión de que las celebridades, literarias o no, se sienten obligadas a formar parte de la red de Twitter, aunque no siempre de la conversación infinita que produce. Como bien apunta Orenstein en "I Tweet, Therefore I Am", Twitter devuelve una imagen en la que la persona pública y la privada se borran, en un movimiento que de paso equipara autenticidad con falsa sinceridad. En ese mundo, ¿quién resulta más creíble? ¿El escritor que se autopromociona o el que aprovecha para contar su gusto por la torta de chocolate? Todo depende de la coherencia con que se sigan las reglas marcadas por ese yo virtual, hecho a la medida de la mirada de los otros. "Si alguna vez vimos que todo el mundo puede ser un escenario, hoy nos queda claro que es un reality show : ya no somos conscientes de la presencia de la cámara, y simplemente hacemos muecas ante ella -señala Orenstein-; pero, cuando todos los pensamientos se exteriorizan, ¿qué ocurre con la perspicacia? Cuando publicamos nuestros sentimientos, ¿qué ocurre con la reflexión? Cuando los amigos se convierten en fans, ¿qué pasa con la intimidad?".

Como el e-mail o las redes sociales, Twitter llegó para quedarse y aún es temprano para responder esas preguntas. Mientras tanto, tal vez convenga recordar que asumir y, al mismo tiempo, cuestionar la innovación técnica es un rasgo inequívoco de nuestra época, y en esa tensión se dibuja el doble rostro de la ambigua relación que los herederos de la cultura letrada establecen con los paradigmas de la cultura digital. Desconfiar por principio de la levedad de los lazos virtuales y rechazar el conocimiento instrumental inherente a Twitter suponen atrincherarse detrás de la muralla letrada; la propuesta de hacer literatura sobre la ola cibernética marca un cruce de ambos universos, quizás un último intento letrado por otorgarle sustento humanista a la matriz tecnológica cuya profundidad tiene forma de red. En esa dirección, sólo la creatividad, la frescura y el desprejuicio son capaces de hacer que el encuentro entre culturas no resulte un verdadero encontronazo.

Tal parece la lección del nigeriano Ben Okri ( @benokri ), ganador del Booker Prize en 1991 por su novela El camino hambriento (La Otra Orilla), quien escribió el poema "I Sing a New Freedom" íntegramente vía Twitter. "La forma debe seguir a la adversidad, y hoy vivimos en tiempos inciertos -ha dicho Okri, para explicar el origen de su poema on-line -; creo que necesitamos un nuevo tipo de escritura que responda a la ansiedad de nuestra época? y esa forma es la brevedad. Mi sensación es que estos tiempos son perfectos para las formas breves y lúcidas. Necesitamos decir más con menos palabras. Mi poema en Twitter trata de responder a esta cuestión, y al sentimiento de libertad." Para "I Sing a New Freedom", Okri twitteó un verso por día, inspirado por las limitaciones de la herramienta. Bajo esas normas, dejó que los 140 caracteres de Twitter permearan su poema, a la caza de una forma literaria que integrara lírica y tecnología. "Le canto a una nueva libertad, / libertad con disciplina", dicen los primeros versos de su poema, y en ellos puede verse tanto al escritor que se siente libre porque acata reglas como al intelectual que reclama un orden para el caos de libertades en conflicto que caracteriza a Internet."

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