viernes, 9 de abril de 2010

Boris Espuezúa Salmón: Poemas de “Gamaliel y el oráculo del agua”, libro ganador del Premio Copé Oro 2009


Desde Puno, nuestro amigo el poeta Boris Espezúa Salmón (1960), quien como se anunció hace algunos días obtuvo el Premio Copé Oro 2009, nos ha enviado dos poemas que pertenecen al libro ganador: Gamaliel y el oráculo del agua. Aquí los textos.




El Genitor.


        Saber morir
        Y no retener su caudal,
        Y no saber discurrir y volver a su principio.
                                                         Martín Adán.




Unos sobre el haz de las aguas, otros a ras de la tierra, todos los dioses soplaron en la arcilla modelada a su imagen y semejanza y el barro se animó: Había nacido el Hombre. (*) 


Hace mucho tiempo el altiplano estuvo cubierto con agua uránica y desde su cúspide emanaba abundante líquido benéfico y purificador al mundo, que se fue perdiendo poco a poco y ahora ha quedado condensado en el Lago Titikaka. En uno de esos momentos el sol, que no puede momificar los diluvios ni los cuerpos celestes imperecederos, desapareció tres semanas y apareció por cinco días con dos soles en el cielo. Hacia la cruz del sur corrieron todas las historias en el aire trasladando sus saberes de conciencia en conciencia. La luz (primera creación según el Génesis) está en uno. Es la primera voz cubierta de yerba que naufraga en la sangre. La luz o una mariposa pálida es vida según el evangelio y según la salamandra que vivifica las cosas. Es el olvido inmóvil y no ausente que anima las memorias, en su núcleo brota la correlación de fuerzas que permitió dar su propia luz a la historia, al osario de caracolas estelares.
      Era el final a la entrada de la era de piscis, cuando aún no se vislumbraba un mundo virtual, inundado de deshechos inorgánicos. En triada se unificó el aire, el agua y el fuego en principio generador. El secreto de los Dioses fue animado en los misterios de las conchas marinas, conectado con otros Dioses en un flujo creador sin fin donde los universos tienen sus raíces en el aire que respira en el escorpión de agua que predice el agua y en las predicciones de la vida que revelan las iconografías, en la fe de las hojas de laurel, en los vapores subterráneos y piedras volcánicas donde no se detiene el hervor de los musgos. Las aguas hacia arriba, suben hasta las nubes para dar de beber a Dios y pedirle que abra la tierra para seguir labrando nuestros sueños.
      No tengo ojos sino venas para ver las claves eternas del infinito, sólo sé que naceré hecho pez en estas aguas sagradas, cuando en la cima de una montaña del sur, bajen cuatro ríos con ojos de cielo en preñada tormenta y sus aguas culminen de cantar la transmutación del caos en luz. El cóndor bajará por la herida suturada del alba y de un cráneo de chinchilla silbará el tiempo. Diez halcones se calcinarán y río arriba saldrá Wirococha para reunirse con la Madretierra para hacer revivir lo engendrado y dar infinitud a la mitogénesis. El lago creación de vida, El pez que estoy siendo en un ciclo donde cada uno de nosotros está condenado a repetirse.
     La tradición andina doblega el tiempo su historia tiene la ingravidez de la persistencia ante la modernidad, sus tres períodos, tiene el rumor del agua en nuestros ojos donde ahogamos el grito. En el primer período que es del padre, hijo y espíritu santo, pertenece al tiempo de los gentiles, de plena oscuridad donde estaban los hombres de rojo de baja estatura que se desplazaban con la rapidez semejante a la de los felinos, luego pasaron a ser hombres gigantes que se rebelaron ante Dios y por ello sus cuerpos fueron quemados a la salida del sol, para vivir bajo la luna. En el segundo período, de los que viven ya con el sol donde está la tradición indígena-mesiánica, fueron descabezados y esperan recobrar el cuerpo y recuperar su estado original en la fuente divina o cábala del fuego por Dioses que develen el oráculo, en el otro ciclo del espacio y tiempo andino donde el pasado andino está adelante. En el tercer y último período, cuando el mundo entre nuevamente en crisis los hombres se volverán aves, volarán y vivirán como ángeles, se alzarán las células que da la naturaleza el agua helada donde la creación encuentra su espíritu y su recogimiento. Esta agua renovada traerá los partos sagrados permanentes y los demiurgos anunciados por el oráculo del agua.


(*) Churata Gamaliel. “El Pez de Oro” Edit. Canata. La Paz. Bolivia. 1957. Pág. 111.



B. TRES IMILLAS.



I.- En los tiempos cuando volteaba los ojos el cuculí.


Tres imillas
vinieron a media noche a danzar
                          a las orillas del lago
y dejar enterrada la semilla de la papa
                          para ser fecundada en el alba.

Tras enceguecerse con la luna
una de ellas antes de morir en el cerro más alto
previno a las dos imillas que quedaban
que miren siempre el arco de piedras
                         del cerro mayor
porque al pie de una de sus columnas
estará siempre dormida en una flor.
Allí cada año se hacen sacrificios de ovejas
                         tiernas y se completa
el embrujo en el cenit rubio de la Pachamama.

Las dos imillas que quedaron
tras crepitar la tierra y pesar el amor en el aire
se convirtieron en agua y en fuego
                         por el horizonte de la alquimia
en el tercer y sexto sol y con los fardos
                         de los equinoccios.
En las cosechas nos acompañan siempre
                         y con ellas
recogemos hasta las papas más pequeñas
si no hay mala suerte para la próxima cosecha.
Aseguramos la papa en calendarios
                         y solares nuevos
así, la tierra madre hecha de cal no es proscrita y el capullo
                          en flor evidencia
que el hombre al morir se transforma
                          en nueva semilla
y el congelo de la papa en vida resurrecta.



II.- En nuestros tiempos cuando vuela sin ojos el cuculí.

Tres imillas
en este lugar siempre son recordadas
elevan su voz ausente en las noches de San Juan
y la bajan en cada ofrenda a la Madretierra
visten de ráfaga y danzan para los dioses,
aprisionan sus gritos de amor en nuestros gritos
dejan de llamarnos con infinitos abandonos
                           fracturados,
un abejorro hace desaparecer los truenos
y el denso aire se lleva los hedores de las
                        danzas continuadas
Tres imillas
en el imaginario de este pueblo
en sus aguayos llenos de olor de coca
                          custodian la tierra fértil
y llevan una lágrima petrificada
en sus ojos de pescado de luna llena
que son diamantes de eternidad.


1 comentario:

J. G. dijo...

Excelente, me ha resultado largo pero muy bien expuesto.