domingo, 28 de marzo de 2010

Poeta puneño Boris Espezúa gana el XIV Premio Copé de Poesía

Con el poemario Gamaliel y el oráculo del agua, Boris Espezúa Salmón (Puno, Juli-1960) ha obtenido el Premio Copé Oro en la XIV Bienal de Poesía, según anuncio de Petróleos del Perú – PETROPERÚ S.A. El premio Premio Copé Plata ha sido compartido esta vez entre Martín Zúñiga Chávez por su poemario Pequeño estudio sobre la muerte y Carlos Rómulo Baldwin del Castillo por Epitafios. El Premio Copé Bronce lo ha ganado Luis Eduardo García López con La unidad de los contrarios.

En la Bienal de Novela, el Premio Copé Oro ha sido otorgado a Iván Edilberto Sócrates Zuzunaga Huiata por su novela La noche y sus aullidos.

Comparto con ustedes un poema de Boris Espezúa tomado del blog de Walter Bedregal. Este texto está referido a Gamaliel Churata, cuyo nombre forma parte del título del libro ganador de esta versión del Premio Copé. Espezúa ha publicado A través del ojo de un hueso (1988), Tránsito de Amautas y otros poemas (1990), Alba del pez herido, Tiempo de cernícalo (2002) y El violín de los Andes (auto biografía)(2007).


PEZÓN DE TIERRA

                              No se es de donde se ha nacido, sino de donde
                              vino; pues no siempre nace uno donde debiera.
                              Gamaliel Churata


Entre hésperos y el pañal del alba
nací al radiar el cronopio rojo de junio
un año de 1897,
después de 10 días del desbrozo fui bautizado
como: Arturo
y desde allí mi sobrenombre no se colgó
del olvido.
No sé desde cuando estuvo detenido la escarcha
de mi voz, entre muchos silencios que guardamos o en el austero
lenguaje del ande,
lloré en la simiente de infinitos brazos y senos de barro,
que me recibieron en este universo ajeno y nuestro.
no sé que manos se sacaron de la matriz donde sepulté mi sed,
ni del viento que rompió mi cara, si sé que toda mi vida quise volver
a la entraña de mi vejez fetal.
Cruzaron en mi infancia el sollozo de ovejas y totoras
que me llevaron a otros patios del pensamiento,
donde esparcí mi sombra, y mi cerebro sobre el fuego,
mitades de luz donde se trizan en un filtro los odios y las
intransparencias.
En el fondo del Titicaca donde el pez lunar anuncia
un rayo iluminando la dimensión fatal del equinoccio,
sin plegarias, y con membrunas palabras para desdoblar los
caminos, invocamos la fe, para redimir con los Dioses el vuelo de
las cenizas en altivas humaredas.
Taciturno y fiero la palabra aporía rompió las alas
del moscardón, crecí entre cantos y miradas fruncidas
harto del desprecio y los años malgastados,
empecé a juntar las manos desde mi nativa morada,
y el mestizaje impuro deshabitó en mí, para arroparme
desde el suelo con las desoladas noches que guardan retazos negros.
Nací para rodar en el martirio de mi raza, y no embriagarme
con la tristeza.
crecí en la Escuela 881, y con mi maestro Encinas supe que
el pan solo es compartido del lado más seco del desdén,
supe que habíamos nacido con el tifus húmedo de las piedras de los otros
que mezclaron en la piedra madre su sangre con la tierra salada,
las salpicaduras de sus deshechos.

(*) La portada es un homenaje al poeta Espezúa publicado en el diario Los Andes.

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