lunes, 12 de octubre de 2009

EXISTIR EN POESÍA: ENCUENTRO CON CARMEN LUZ BEJARANO

Un día como hoy hace setenta y seis años, nació la gran poeta peruana, Carmen Luz Bejarano. En el año 2001 conversé con ella, a raíz de la publicación de “Existencia en poesía”, libro que recoge sus poemas completos y que publicó el sello Carpe Diem que dirige la escritora Marita Troiano. Aquí el texto que sucedió al encuentro. Carmen Luz murió el año 2002 y está pendiente aún el descubrimiento de su obra.


ENCUENTRO CON CARMEN LUZ BEJARANO

Carmen Luz Bejarano no tiene edad. Se pasea de un lado a otro del tiempo, como si pasado, presente y futuro fueran sólo juegos inventados por la vida. Y es que esta poeta, nacida en Acarí (Arequipa) en 1933, es esencial como un haiku. No se ubica en una sola época y por eso mismo las recorre todas. Coge el instante fugaz, lo retrata y al hacerlo escribe las palabras que pronunciaremos mañana o que quizá, sin darnos cuenta, ya hemos pronunciado ayer.

“Siempre tomé en serio mis poemas, siempre creí en ellos. Cuando era pequeña, solía sentarme a la puerta de nuestra casa en Tanaka, un balneario ubicado en Yauca (Arequipa) y me ponía a conversar con alguien que no existía, que no estaba, pero que de una manera u otra me permitía escribir mis propios textos. Hiciera lo que hiciese estaba creando problemas que tenían que ver más con la literatura que con la realidad”, confiesa con franqueza la poeta, quien desde 1961, fecha en que publicó “Abril y lejanía”, su primer libro que felizmente sobrevivió a muchos otros destruidos por ella, no ha dejado de trabajar la palabra con un rigor sagrado, patente en todas sus obras.

Luego de ese libro vendrían Giramor (1961), Aracanto (1966), Del amor y otros asuntos (1984) y La Dama del Sosiego (1991), entre otros, en los cuales siempre mantuvo la misma firmeza y terquedad en el cuidado del lenguaje. “Ni siquiera en los momentos más difíciles de la vida he dejado de contemplar al poema. Un poema no es la expresión de un dolor, de sentimientos, sino expresar todo eso a través de una calidad poética. Es decir, el verso limpio de toda cosa estentórea. Sin embargo, en los momentos más difíciles yo no voy a escribir poesía. Entonces quizás se produce la elaboración interna, tal vez el alambique interior va procesando el poema, que aparecerá años después o días después, cuando el grito sea lo que yo quiero realmente que sea”.

Tras cuarenta años de escritura permanente, esta mujer que ama los atardeceres más que la luz del mediodía –porque aquellos le permiten “ver un paisaje con diferentes tonalidades, cuando este adquiere una forma distinta instante a instante”–, siente que sus poemas iniciales no han envejecido. “El primer poema de mi primer libro no lo considero fuera de lugar ni de tiempo. No sé si eso está bien o mal, simplemente es así. A veces pienso que podría corregir mis antiguos textos, pero eso sería traicionar lo que significaron en el momento en que fueron escritos, porque la poesía debe ser fiel con ese instante irrepetible que es la propia escritura”.

Carmen Luz dice que poco antes de que se publicara Existencia en poesía, el título que reúne sus poemas completos, hizo una exclamación: “¡Qué bueno debe ser amanecer sin inéditos!”. Sin embargo, en estos momentos, ya tiene inéditos un poemario, El jardín de la delicia y acaba de terminar una nouvelle, La ruta del ciprés.

La poeta no puede con su amor, su pasión por la escritura, que es lo que la lleva a escribir, incluso, más allá de su propia decisión, porque es inherente a ella: “Escribo poesía porque es lo único que sé hacer. Lo hago en cualquier circunstancia, incluso frente al dolor. Si yo no tengo ningún reparo en respirar cuando a mi alrededor alguien muere y tampoco tengo reparo en comer un trozo de pan, por qué tendría que dejar de hacerlo”, afirma Carmen Luz, y seguramente en ese mismo instante está ya preparando interiormente el poema que escribirá después.


(Escrito en 2001)




POEMAS DE CARMEN LUZ BEJARANO


Imagen Sideral


Nos pueblan los antiguos
Lovecraft
tus pingüinos del alba casi ciegos
las nebulosas del terror
tus cangrejos asmáticos
las simas donde el hombre
se acuclilla con la muerte
las garras de los bosques
sus dislocados árboles
y lo invisible
ataca
golpea
desde el ojo del pez
o el tentáculo de agua

Sólo un sueño fugaz distrae las esferas
el horror de los tiempos
acecha las estrellas

permanece

desboca las montañas
se retuerce en los vientos

cae el color del cielo
y un tiempo sin agujas
acuchilla el espacio

A través de las sombras
las cerebrales pulpas
la red de los insomnios
sólo huella y latido

Pululan los antiguos
Lovecraft

y no en tus ojos perfil de las montañas
ni en tu soledad acerada de espejos
ni en las rutas del mar
que abrasaron tus algas

sus huellas contenidas
en un clamor de estrellas
más allá de tus pasos recorrieron caminos

Pululan los antiguos
y sus huellas atacan
la diaria condición del espejo
y su faz de reflejos
sus faros invisibles
fotografían gestos y silencios
Lovecraft
Lovecraft
tus antiguos distantes
agazapados en cáscaras astrales
de vez en cuando tan sólo
sus pezuñas hendían en celo el universo

Ahora nos habitan

Corpúsculos de luna amasijan la arcilla
y las algas trascienden
y el pez lunar aguarda

Ahora
invernaderos de cristal donde las vísceras
son universos de espera
Atado el cordón umbilical de los cohetes
alguien se bebe a sorbos las noches
del espacio
descascara los astros

Se derrumban los cielos en espirales
diáfanas
pero no hay inocencia en el color del cielo
nadie pone en el fuego su mano
por la hierba
por el río
o la imagen
por la silla
o el pez

En los frutos del árbol se alimentó
la especie
y el fuego de la espada
nos abre el infinito

escama el aire
un ovni
la sibila espacial
quién sabe
una gaviota
tal vez
sólo el silencio
que talla sus cristales

Lovecraft
Lovecraft
nos pueblan los antiguos
la medusa innombrable

mientras Narciso bebe en aguas siderales


(1970)


* * * * * * * *

Amanece
Un encuentro de pájaros
dinamita el silencio
alguien besa mis párpados
y pasa.
Nos sorprende la tarde
con su juego de sombras,
avanzamos:
alguien mide los pasos
y aguarda.
¿Será ya noche
en el corazón de tiempo.

(De “Abril y lejanía”, 1961)


* * * * * *
Una niña derrama
sobre la hierba
el canto del agua.


* * * * * *


Sigo la ruta marina de la tarde
y oigo el reir de las estrellas.


(De “Aracanto”, 1966 )


* * * * * *

Nada persiste en mí. Soy como las olas
que al romperse no dejan memoria
sobre las rocas o la arena que besan al
partir.
No quieras de detenerme.
Viajaré por tu cuerpo. Amaré lo que amas.
Me detendré un instante desanudando el
tiempo.


* * * * *

Déjame partir ahora. Tú eres la piel que
inventó mi soledad para tocarla.
Déjame.
No ves que ya mi cuerpo se va alejando.
No ves que ya empecé a caminar en
huella inversa a tu recuerdo.
Es verde el mar que miro. El engañoso
verde desalojará el amor y sus recreos.


* * * * * *


Mujer
para que fuera solidaria me acunaste los
días
con fuego de luna y aracantos y mimbre
escarbaste la tierra hasta el hondo
cogollo
y en un cuenco de manos defendiste mi sueño

Como tú
me hice diáfano el vientre y albergué
la semilla
fui paraje de siembra tierra oscura y solemne
amasé la alegría de los cuerpos que
crecen
del fulgor que se expande conteniendo la vida

No pusimos
coraza ni distancia ni pared ni muralla
inmolé tu ternura inmolaron la mía otros
vientres
mañana abrirán sus espuertas

Finalmente
tus ojos andarán sobre el tiempo
tu cuerpo
en el único gesto más puro
que la almendra del aire



(De “Del amor y otros asuntos”, 1984)

* * * * * *

Desbrazando las brumas
me abrazaré a mi cuerpo como al cadáver
más gozosamente amado.


* * * * * *


Garrapatea su número
la muerte
sobre el ala dormida
a ras del viento.
Grávida de claridad
en el ocaso
el alma ensaya
su quietud
en vuelo.
Hiere la sombra,
la vigilia sueña.
Se alza la frente,
caracola en trance,
e instantáneas
se ausentan las pupilas.


(De “La dama del sosiego”, 1991)


* * * * *


¿Escuchas?
Es la muerte que pasa
y el mar que se deshace
en jadeos de espuma.

(De “Juegos de Casandra”, 1999)


*En la segunda foto aparecen, entre otros, César Calvo y Javier Heraud (primera fila), Arturo Corcuera (segunda fila) y Carmen Luz Bejarano (tercera fila).


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