jueves, 29 de octubre de 2009

FUNDACIÓN CANAL: RODCHENKO: REVOLUCIÓN EN LA MIRADA EN MADRID

Del 23 de octubre de 2009 al 3 de enero de 2010, la Fundación Canal / Canal de Isabel II presenta la muestra Rotchenko fotógrafo, que constituye sin duda una verdadera revolución en la mirada del siglo XX. La exposición contiene 125 fotografías realizadas entre 1920 y 1940. El artista ruso fue uno de los maestros más influyentes del siglo XX, un creador polifacético que trató con éxito múltiples disciplinas artísticas y que revolucionó el mundo de la fotografía en medio de un mundo convulso por otra revolución, la Revolución Rusa, por la que acabó siendo devorado.

Alexander Rodchenko nació en San Petersburgo en 1891 y murió en 1956 en Moscú. Su gran transformación consistió en algo tan aparentemente sencillo como mover la cámara desde el ombligo a los ojos y desde ahí hacerlo alrededor del objeto.

Rodchenko fotografiaba de arriba a abajo y viceversa, logrando unos ángulos, unos contrapicados y una perspectiva única, conocida como escorzo. El resultado: edificios que parecían pirámides, árboles que simulaban chimeneas o escenas que parecían lo que realmente eran, pero que en ningún caso eran el resultado de un plano captado desde el ombligo.

Provenientes del Musée Nicéphore Niépce (Chalon-sur-Saône, Francia), donde se conservan las fotografías más representativas del artista, las 125 imágenes de esta muestra, realizadas entre 1920 y 1940, son en su mayoría impresiones de época en blanco y negro y algunas copias realizadas con posterioridad a partir de negativos originales.

Por su consistencia, la linealidad en la exposición y el conjunto de temas tratados, la muestra refleja con fidelidad el conjunto de la obra del autor ruso, tal y como explica Klaus Littman, comisario de la exposición.

Rodchenko fotógrafo es una oportunidad para adentrarse en esa estética experimental y nueva con la que el artista revolucionó el arte del siglo XX, mostrando que hasta los objetos más cotidianos y familiares pueden convertirse en algo diferente en función del ángulo desde el que se miren.


Vea el dossier de la muestra.


Visite la estupenda web de la Fundación Canal / Canal de Isabel II.


Fotos: La primera es Píramide © Aleksandr Rodchenko. VEGAP, Madrid, 2009; mientras la segunda es Retrato de O. M. Brik © Aleksandr Rodchenko. VEGAP, Madrid, 2009.

miércoles, 28 de octubre de 2009

RAFAEL ALBERTI ENTRE LOS ÁNGELES

Un día como hoy hace diez años falleció el vate español Rafael Alberti (1902-1999). En los siguientes textos, los ángeles sobre los que escribió le hablan al poeta y al hablarle nos hablan a todos.


El ángel ángel

Y el mar fue y le dio un nombre
y un apellido el viento
y las nubes un cuerpo
y un alma el fuego.
La tierra, nada.
Ese reino movible,
colgado de las águilas,
no la conoce.
Nunca escribió su sombra
la figura de un hombre.


El ángel bueno

Un año, ya dormido,
alguien que no esperaba
se paró en mi ventana.

¡Levántate! Y mis ojos
vieron plumas y espadas.

Atrás montes y mares,
nubes, picos y alas,
los ocasos, las albas.

‹¡Mírala ahí! Su sueño,
pendiente de la nada.

¡Oh anhelo, fijo mármol,
fija luz, fijas aguas
movibles de mi alma!

Alguien dijo: ¡Levántate!
Y me encontré en tu estancia.


El ángel bueno 2

Dentro del pecho se abren
corredores anchos, largos,
que sorben todas las mares.

Vidrieras,
que alumbran todas las calles.

Miradores,
que acercan todas las torres.
Ciudades deshabitadas
se pueblan, de pronto. Trenes
descarrilados, unidos
marchan.

Naufragios antiguos flotan.
La luz moja el pie en el agua.

¡Campanas!

Gira más de prisa el aire.
El mundo, con ser el mundo,
en la mano de un niña cabe.

¡Campanas!

Una carta del cielo bajó un ángel.


El ángel bueno 3

Vino el que yo quería,
el que yo llamaba.

No aquel que barre cielos sin defensas,
luceros sin cabañas,
lunas sin patria,
nieves.
Nieves de esas caídas de una mano,
un nombre,
un sueño,
una frente.

No aquel que a sus cabellos
ató la muerte.

El que yo quería.
Sin arañar los aires,
sin herir hojas ni mover cristales.

Aquel que a sus cabellos
ató el silencio.

Para, sin lastimarme,
cavar una ribera de luz, dulce en mi pecho,
y hacerme el alma navegable.


El ángel ceniciento

Precipitadas las luces
por los derrumbos del cielo,
en la barca de las nieblas
bajaste tú, Ceniciento.
Para romper cadenas
y enfrentar a la tierra contra el viento.
Iracundo, ciego.
Para romper cadenas
y enfrentar a los mares contra el fuego.
Dando bandazos el mundo,
por la nada rodó, muerto.
No se enteraron los hombres.
Sólo tú y yo, Ceniciento.


El ángel de arena


Seriamente, en tus ojos era la mar dos niños que me espiaban,
temerosos de lazos y palabras duras.
Dos niños de la noche, terribles, expulsados del cielo,
cuya infancia era un robo de barcos y un crimen de soles y de lunas.
Duérmete. Ciérralos.
Vi que el mar verdadero era un muchacho que saltaba desnudo,
invitándome a un plato de estrellas y a un reposo de algas.
¡Sí, sí! Ya mi vida iba a ser, ya lo era, litoral desprendido.
Pero tú, despertando, me hundiste en tus ojos.

Seriamente, en tus ojos era la mar dos niños que me espiaban,
temerosos de lazos y palabras duras.
Dos niños de la noche, terribles, expulsados del cielo,
cuya infancia era un robo de barcos y un crimen de soles y de lunas.

Duérmete. Ciérralos.

Vi que el mar verdadero era un muchacho que saltaba desnudo,
invitándome a un plato de estrellas y a un reposo de algas.
¡Sí, sí! Ya mi vida iba a ser, ya lo era, litoral desprendido.
Pero tú, despertando, me hundiste en tus ojos.


El ángel de los números

Vírgenes con escuadras
y compases, velando
las celestes pizarras.
Y el ángel de los números,
pensativo, volando del 1 al 2, del 2
al 3, del 3 al 4.
Tizas frías y esponjas
rayaban y borraban
la luz de los espacios.
Ni sol, luna, ni estrellas,
ni el repentino verde
del rayo y el relámpago,
ni el aire. Sólo nieblas.
Vírgenes sin escuadras,
sin compases, llorando.
Y en las muertas pizarras
el ángel de los números,
sin vida, amortajado
sobre el 1 y el 2,
sobre el 3, sobre el 4...


El ángel del carbón

Feo, de hollín y fango.
¡No verte!

Antes, de nieve, áureo,
en trineo por mi alma.
Cuajados pinos. Pendientes.

Y ahora por las cocheras,
de carbón, sucio.
¡Te lleven!

Por los desvanes de los sueños rotos.
Telarañas. Polillas. Polvo.
¡Te condenen!

Tiznados por tus manos,
mis muebles, mis paredes.

En todo,
tu estampado recuerdo
de tinta negra y barro.
¡Te quemen!

Amor, pulpo de sombra,
malo.

El ángel del misterio

Un sueño sin faroles y una humedad de olvidos,
pisados por un nombre y una sombra.
No sé si por un nombre o muchos nombres,
si por una sombra o muchas sombras.
Reveládmelo.
Sé que habitan los pozos frías voces,
que son de un solo cuerpo o muchos cuerpos,
de un alma sola o muchas almas.
No sé.
Decídmelo.
Que un caballo sin nadie va estampando
a su amazona antigua por los muros.
Que en las almenas grita, muerto, alguien
que yo toqué, dormido, en un espejo,
que yo, mudo, le dije...
No sé.
Explicádmelo.


El ángel desconocido

¡Nostalgia de los arcángeles!
Yo era...
Miradme.
Vestido como en el mundo,
ya no se me ven las alas.
Nadie sabe como fui.
No me conocen.
Por las calles, ¿quién se acuerda?
Zapatos son mis sandalias.
Mi túnica, pantalones
y chaqueta inglesa.
Dime quién soy.
Y, sin embargo, yo era...
Miradme.

El ángel falso

Para que yo anduviera entre los nudos de las raíces
y las viviendas óseas de los gusanos.
Para que yo escuchara los crujidos descompuestos del mundo
y mordiera la luz petrificada de los astros,
al oeste de mi sueño levantaste tu tienda, ángel falso.
Los que unidos por una misma corriente de agua me veis,
los que atados por una traición y la caída de una estrella me escucháis,
acogeos a las voces abandonadas de las ruinas.
Oíd la lentitud de una piedra que se dobla hacia la muerte.
No os soltéis de las manos.
Hay arañas que agonizan sin nido
y yedras que al contacto de un hombro se incendian y llueven sangre.
La luna transparenta el esqueleto de los lagartos.
Si os acordáis del cielo,
la cólera del frío se erguirá aguda en los cardos
o en el disimulo de las zanjas que estrangulan
el único descanso de las auroras: las aves.
Quienes piensen en los vivos verán moldes de arcilla
habitados por ángeles infieles, infatigables:
los ángeles sonámbulos que gradúan las órbitas de la fatiga.
¿Para qué seguir andando?
Las humedades son íntimas de los vidrios en punta
y después de un mal sueño la escarcha despierta clavos
o tijeras capaces de helar el luto de los cuervos.
Todo ha terminado.
Puedes envanecerte, en la caída marchita de los cometas que se hunden,
de que mataste a un muerto,
de que diste a una sombra la longitud desvelada del llanto,
de que asfixiaste el estertor de las capas atmosféricas.

El ángel superviviente

Acordáos.
La nieve traía gotas de lacre, de plomo derretido
y disimulos de niña que ha dado muerte a un cisne.
Una mano enguantada, la dispersión de la luz y el lento asesinato.
La derrota del cielo, un amigo.
Acordáos de aquel día, acordáos
y no olvidéis que la sorpresa paralizó el pulso y el color de los astros.
En el frío, murieron dos fantasmas.
Por un ave, tres anillos de oro
fueron hallados y enterrados en la escarcha.
La última voz del hombre ensangrentó el viento.
Todos los ángeles perdieron la vida.
Menos uno, herido, alicortado.

El ángel tonto

Ese ángel,
ése que niega el limbo de su fotografía
y hace pájaro muerto
su mano.
Ese ángel que terne que le pidan las alas,
que le besen el pico,
seriamente,
sin contrato.
Si es del cielo y tan tonto,
¿por qué en la tierra? Dime.
Decidme.
No en las calles, en todo,
indiferente, necio,
me lo encuentro.
¡El ángel tonto!
¡Si será de la tierra!
-Sí, de la tierra sólo.
El ángel del misterio
Un sueño sin faroles y una humedad de olvidos,
pisados por un nombre y una sombra.
No sé si por un nombre o muchos nombres,
si por una sombra o muchas sombras.
Reveládmelo.
Sé que habitan los pozos frías voces,
que son de un solo cuerpo o muchos cuerpos,
de un alma sola o muchas almas.
No sé.
Decídmelo.
Que un caballo sin nadie va estampando
a su amazona antigua por los muros.
Que en las almenas grita, muerto, alguien
que yo toqué, dormido, en un espejo,
que yo, mudo, le dije...
No sé.
Explicádmelo.


Ángel de las bodegas

Fue cuando la flor del vino se moría en penumbra
y dijeron que el mar la salvaría del sueño.
Aquel día bajé a tientas a tu alma encalada y húmeda,
y comprobé que un alma oculta frío y escaleras
y que más de una ventana puede abrir con su eco otra voz, si es buena.
Te vi flotar a ti, flor de agonía, flotar sobre tu mismo espíritu.
(Alguien había jurado que el mar te salvaría del sueño.)
Fue cuando comprobé que murallas se quiebran con suspiros
y que hay puertas al mar que se abren con palabras.

Los ángeles feos

Vosotros habéis sido,
vosotros que dormís en el vaho sin suerte de los pantanos
para que el alba más desgraciada os reanime en una gloria de estiércol,
vosotros habéis sido la causa de ese viaje.
Ni un solo pájaro es capaz de beber en una alma
cuando sin haberlo querido un cielo se entrecruza con otro
y una piedra cualquiera levanta a un astro una calumnia.
Ved.
La luna cae mordida por el ácido nítrico
en las charcas donde el amoníaco aprieta la codicia de los alacranes.
Si os atrevéis a dar un paso,
sabrán los siglos venideros que la bondad de las aguas es aparente
cuantas más hoyas y lodos ocultan los paisajes.
La lluvia me persigue atirantando cordeles.
Será lo más seguro que un hombre se convierta en estopa.
Mirad esto:
ha sido un falso testimonio decir que una soga al cuello no es agradable
y que el excremento de la golondrina exalta al mes de mayo.
Pero yo os digo:
una rosa es más rosa habitada por las orugas
que sobre la nieve marchita de esta luna de quince años.
Mirad esto también, antes que demos sepultura al viaje:
cuando una sombra se entrecoge las uñas en las bisagras de las puertas
o el pie helado de un ángel sufre el insomnio fijo de una piedra,
mi alma sin saberlo se perfecciona.
Al fin ya vamos a hundimos.
Es hora de que me dierais la mano
y me arañarais la poca luz que coge un agujero al cerrarse
y me matarais esta mala palabra que voy a pinchar sobre las tierras que se derriten.

Los ángeles mohosos

Hubo luz que trajo
por hueso una almendra amarga.
Voz que por sonido,
el fleco de la lluvia,
cortado por un hacha.

Alma que por cuerpo,
la funda de aire
de una doble espada.

Venas que por sangre,
Y el de mirra y de retama
Cuerpo que por alma,
el vacío, nada.


Los ángeles mudos

Inmóviles, clavadas, mudas mujeres de los zaguanes
y hombres sin voz, lentos, de las bodegas,
quieren, quisieran, querrían preguntarme.
-¿Cómo tú por aquí y en otra parte?
Querrían hombres y mujeres, mudos, tocarme,
saber si mi sombra, si mi cuerpo andan sin alma
por otras calles.
Quisieran decirme:
-Si eres tú, párate.
Hombres, mujeres, mudos, querrían ver claro,
asomarse a mi alma,
acercarle una cerilla
por ver si es la misma.
Quieren, quisieran...
-Habla.
Y van a morirse, mudos,
sin saber nada.

Los ángeles muertos

Buscad, buscadlos:
en el insomnio de las cañerías olvidadas,
en los cauces interrumpidos por el silencio de las basuras.
No lejos de los charcos incapaces de guardar una nube,
unos ojos perdidos,
una sortija rota
o una estrella pisoteada.
Porque yo los he visto:
en esos escombros momentáneos que aparecen en las
neblinas.
Porque yo los he tocado:
en el destierro de un ladrillo difunto,
venido a la nada desde una torre o un carro.
Nunca más allá de las chimeneas que se derrumban
ni de esas hojas tenaces que se estampan en los zapatos.
En todo esto.
Mas en esas astillas vagabundas que se consumen sin fuego,
en esas ausencias hundidas que sufren los muebles
desvencijados,
no a mucha distancia de los nombres y signos que se
enfrían en las paredes.

Buscad, buscadlos:
debajo de la gota de cera que sepulta la palabra de un libro
o la firma de uno de esos rincones de cartas
que trae rodando el polvo.
Cerca del casco perdido de una botella,
de una suela extraviada en la nieve,
de una navaja de afeitar abandonada al borde de un
precipicio.

Los ángeles sonámbulos

1

Pensad en aquella hora:
cuando se rebelaron contra un rey en tinieblas
los ojos invisibles de las alcobas.
Lo sabéis, lo sabéis. ¡Dejadme!
Si a lo largo de mí se abren grietas de nieve,
tumbas de aguas paradas
nebulosas de sueños oxidados,
echad la llave para siempre a vuestros párpados.
¿Qué queréis?
Ojos invisibles, grandes, atacan.
Púas incandescentes se hunden en los tabiques.
Ruedan pupilas muertas,
sábanas.
Un rey es un erizo de pestañas.

2

También,
también los oídos invisibles de las alcobas,
contra un rey en tinieblas.
Ya sabéis que mi boca es un pozo de nombres
de números y letras difuntos.
Que los ecos se hastían sin mis palabras
y lo que jamás dije desprecia y odia al viento.
Nada tenéis que oír.
¡Dejadme!
Pero oídos se agrandan contra el pecho.
De escayola, fríos,
bajan a la garganta,
a los sótanos lentos de la sangre,
a los tubos de los huesos.
Un rey es un erizo sin secreto.
Como yo, como todos.
Y nadie espera ya la llegada del expreso,
la visita oficial de la luz a los mares necesitados,
la resurrección de las voces en los ecos que se calcinan.

Los ángeles vengativos

No, no te conocieron
las almas conocidas.
Sí la mía.

¿Quién eres tú, dinos, que no te recordamos
ni de la tierra ni del cielo?

Tu sombra, dinos, ¿de qué espacio?
¿Qué luz la prolongó, habla,
hasta nuestro reinado?

¿De dónde vienes, dinos,
sombra sin palabras,
que no te recordamos?
¿Quién te manda?
Sí relámpago fuiste en algún sueño,
relámpagos se olvidan, apagados.

Y por desconocida
las almas conocidas te mataron.
No la mía.


Los dos ángeles

Ángel de luz, ardiendo,
¡oh, ven!, y con tu espada
incendia los abismos
donde yace
mi subterráneo ángel de las nieblas.

¡Oh espadazo en las sombras!
Chispas
múltiples,
clavándose en mi cuerpo,
en mis alas sin plumas,
en lo que nadie ve,
vida.

Me estas quemando vivo.
Vuela ya de mí, oscuro
Lucifer
de las canteras sin auroras,
de los pozos sin agua,
de las simas
sin sueño,
ya carbón del espíritu,
sol, luna.

Me duelen los cabellos
y las ansias
¡Oh, quémame!
¡Más, más, sí, sí, más! ¡:Quémame!

¡Quémalo, ángel de luz,
custodio mío,
tú que andabas llorando por las nubes,
tú, sin mí, tú, por mí,
ángel frío de polvo, ya sin gloria,
volcado
en las tinieblas!

¡Quémalo, ángel de luz,
quémame y huye!

CÉSAR VALLEJO. TEXTOS RESCATADOS

Después de varios meses de investigación en archivos públicos y privados,Carlos Fernández López y Valentino Gianuzzi han editado César Vallejo. Textos Rescatados, libro que, según la nota de prensa que nos remite la periodista Romy Gibu desde Londres, contiene algunos textos hasta ahora desconocidos o poco conocidos de los primeros años de nuestro genial poeta que ayudan a establecer una cronología más exacta de su obra y a resolver algunas cuestiones textuales que no estaban muy claras debido a testimonios divergentes entre sus contemporáneos.

El libro fue presentado el último jueves en la Embajada del Perú en el Reino Unido y los comentarios estuvieron a cargo de Stephen Hart, Director del Centro de Estudios Cesar Vallejo de la Universidad de Londres.

César Vallejo. Textos Rescatados es la primera de varias entregas que planean realizar los jóvenes investigadores quienes se encuentran realizando sus estudios de doctorado en la Universidad de Londres sobre temas vinculados a Vallejo. Uno de los próximos proyectos incluye la realización de una investigación similar a la realizada en el Perú sobre la etapa del poeta en París, ciudad en la que planean presentar el libro próximamente, añade la nota.

Durante la presentación los autores adelantaron el nuevo material a incluir en El Archivo Vallejo, página Web que han diseñado y que contiene la poesía completa del poeta peruano. Este sitio pronto incluirá también fotografías y facsímiles encontrados por Fernández y Gianuzzi durante su investigación en el Perú.


*Carlos Fernández y Valentino Gianuzzi durante la presentación.


Ver El Archivo Vallejo

viernes, 23 de octubre de 2009

Poemas de María Luisa Adrianzén

Con el libro A/M, María Luisa Adrianzén (Mayu), recibió mención honrosa en el I Concurso de Poesía de Mujeres “Scriptura”, convocado por la Comisión de Escritoras del PEN CLUB INTERNACIONAL DEL PERÚ y el Centro Cultural de España en el país.
No nos sorprende esta estupenda revelación como poeta. Conocemos la cercanía permanente de Mayu con la literatura, así como de la sensibilidad y el talento que la han acompañado desde siempre y que la han llevado a crear textos que revelan una voz que se caracteriza por su valentía para expresar paisajes interiores a través de los escenarios que componen la realidad exterior. Es en esa fusión en la que se apoya para construir una mirada personal y ponerla al alcance de los demás con toda la claridad posible. A continuación cuatro textos que muestran la personalidad poética de Mayu Adrianzén.




UNO

Dicen que escribir es una forma de domar a las bestias que llevamos a cuestas. Tal vez sea verdad. Yo llevo una entre las piernas. Es la bestia del amor.

Mi corazón late en mi sexo. Nada hay más cierto en mí. Y mi sexo es un animal que galopa feroz, encendido, vibrante. No sé si yo soy ese animal, solo sé que mi piel, mi sangre, mis articulaciones le pertenecen. Que el hálito que es la vida respira en su calor. En mi vulva hirviente. Abierta. Deseosa.

He intentado matarlo, estrangular al animal de mis entrañas. Vencerlo es morir viviendo. Entonces fui un remedo que no sabía despertar en la mañana. Mi cuerpo se lleno de dolor, no de un dolor metafórico, fue un dolor real que carcomía mis rodillas, que no me dejaba caminar. Y mi sangre comenzó a salirse, a no encontrar su rumbo en mis venas. Se salía por mis encías, por mis labios. Se salía bajo mi piel. Ningún médico encontró la causa porque mi sangre estaba sana. Pero se iba dejando mi cuerpo moreteado, manchado, golpeado. El animal no iba a morir sin pelear, no quería morir solo quería hacerlo conmigo. Quería no dejarme caminar, despertar, quería obligarme a cortar mi cuerpo para dejar que la sangre se vaya de una vez. Libre. Mi corazón late en mi sexo. En cada estremecimiento. Sin ellos deja de latir. Y la sangre se desparrama toda.



PEZ

No hay femenino de pez. No puedo decir la pez, pero ahora está muerta. Con la boca enterrada entre las piedras. Atracada. Inmóvil. Tampoco puedo asegurar que fuera hembra, solo lo imaginé cuando la introduje en la pecera. Porque era hermosa.

Roja y brillante, casi transparente. Nadaba sinuosa, moviendo en ondas sus aletas largas y flacas. Por eso pensé que debía ser mujer. Es tonto pero lo creí cuando la dejaba en el agua. Que si era frágil y bonita solo podía ser un pez hembra.

Y está muerta. Sus aletas se partieron, sus piernas se enredaron entre las algas de su casa.

Por eso murió, porque dejó de ser bella, tu belleza.



SEGUNDA CARTA

No me hagas caso mi amor, solo escribo para apaciguar mi miedo.

Pongo el cuchillo en tus manos porque a mí me da temor llevarlo. Sostenlo mi amor.

Yo sé que me amas.

Que darías tus nervios para que me cosa un vestido que me adorne.

Y yo te obligo a agujerearme.



CINCO

Por qué no puedo amar sin antes sentir dolor. Por qué necesito esta herida de sangre blanca.

Sentir que mi cuerpo es el grito de un animal agonizante.

Por qué espero que muerdas antes de besar.
Y dejes tu olor hasta asfixiarme para luego maldecirlo. No sé existir sin él.


Quiero correr pero pongo mis piernas en tus manos para que me quiebres los huesos. Y lloro.


No sé huir. No sé escapar de este encierro. Y solo soy un poco de carne que me atrapa.


Una hembra que mira como hembra.


Te odio mi amor.

Te amo.




Imágenes de la premiación.




miércoles, 21 de octubre de 2009

CALIGRAFÍA TRADICIONAL CHINA: ESCRITURA PARA EL ALMA

El poeta Julio Heredia nos envía una interesante nota sobre la Conferencia, video y performance de David Kamt Fupuy, que tendrá lugar hoy 21 de octubre, a las 7.30 p.m, en la Sala Lumières de la Alianza Francesa de la Av. Arequipa 4595, Miraflores, Lima. La entrada es libre. Están todos invitados


EL ARTE-SANO DE LA CALIGRAFÍA TRADICIONAL CHINA

Se trata de un arte que traduce una disciplina de vida y que, en su culminación benéfica, revela don de sanación. Como toda escritura, la caligrafía tradicional china comenzó siendo un vehículo social de comunicación para convertirse, en su muy singular proceso depurativo, en puente hacia el yo esencial.

Sobre los simples misterios de este oficio versará la conferencia de David Kamt Fupuy, quien además nos presentará en estreno el video Los caminos hacia las montañas del cielo, producido y dirigido por él mismo y Rodrigo Otero Heraud.

David Kamt abordará, asimismo, el significado ideopictográfico de los puntos de acupuntura en la medicina tradicional china, vasto planteamiento de la antigüedad casi perdido en nuestros días que es menester rescatar en aras de su continuidad.
La noche culminará con una performance caligráfica es escena que permitirá a los asistentes experimentar los códigos de armonía, pulcritud y belleza, inmanentes en los movimientos energéticos de sus trazos, una poesía que se toca.

Ya a los 15 años Kamt asistía a su padre −uno de los pioneros de la acupuntura en el Perú− en su consultorio. Su abuelo fue también acupunturista. Llamado por el arte, muy joven partió a París para estudiar en la Escuela de Pintura del Museo del Louvre.

En 1979 obtiene una beca de Naciones Unidas para estudiar medicina tradicional china en la Universidad de Pekín. Es así que accedió a las eminencias médicas del país de sus ancestros durante los cinco años que permaneció en ese país.





lunes, 12 de octubre de 2009

EXISTIR EN POESÍA: ENCUENTRO CON CARMEN LUZ BEJARANO

Un día como hoy hace setenta y seis años, nació la gran poeta peruana, Carmen Luz Bejarano. En el año 2001 conversé con ella, a raíz de la publicación de “Existencia en poesía”, libro que recoge sus poemas completos y que publicó el sello Carpe Diem que dirige la escritora Marita Troiano. Aquí el texto que sucedió al encuentro. Carmen Luz murió el año 2002 y está pendiente aún el descubrimiento de su obra.


ENCUENTRO CON CARMEN LUZ BEJARANO

Carmen Luz Bejarano no tiene edad. Se pasea de un lado a otro del tiempo, como si pasado, presente y futuro fueran sólo juegos inventados por la vida. Y es que esta poeta, nacida en Acarí (Arequipa) en 1933, es esencial como un haiku. No se ubica en una sola época y por eso mismo las recorre todas. Coge el instante fugaz, lo retrata y al hacerlo escribe las palabras que pronunciaremos mañana o que quizá, sin darnos cuenta, ya hemos pronunciado ayer.

“Siempre tomé en serio mis poemas, siempre creí en ellos. Cuando era pequeña, solía sentarme a la puerta de nuestra casa en Tanaka, un balneario ubicado en Yauca (Arequipa) y me ponía a conversar con alguien que no existía, que no estaba, pero que de una manera u otra me permitía escribir mis propios textos. Hiciera lo que hiciese estaba creando problemas que tenían que ver más con la literatura que con la realidad”, confiesa con franqueza la poeta, quien desde 1961, fecha en que publicó “Abril y lejanía”, su primer libro que felizmente sobrevivió a muchos otros destruidos por ella, no ha dejado de trabajar la palabra con un rigor sagrado, patente en todas sus obras.

Luego de ese libro vendrían Giramor (1961), Aracanto (1966), Del amor y otros asuntos (1984) y La Dama del Sosiego (1991), entre otros, en los cuales siempre mantuvo la misma firmeza y terquedad en el cuidado del lenguaje. “Ni siquiera en los momentos más difíciles de la vida he dejado de contemplar al poema. Un poema no es la expresión de un dolor, de sentimientos, sino expresar todo eso a través de una calidad poética. Es decir, el verso limpio de toda cosa estentórea. Sin embargo, en los momentos más difíciles yo no voy a escribir poesía. Entonces quizás se produce la elaboración interna, tal vez el alambique interior va procesando el poema, que aparecerá años después o días después, cuando el grito sea lo que yo quiero realmente que sea”.

Tras cuarenta años de escritura permanente, esta mujer que ama los atardeceres más que la luz del mediodía –porque aquellos le permiten “ver un paisaje con diferentes tonalidades, cuando este adquiere una forma distinta instante a instante”–, siente que sus poemas iniciales no han envejecido. “El primer poema de mi primer libro no lo considero fuera de lugar ni de tiempo. No sé si eso está bien o mal, simplemente es así. A veces pienso que podría corregir mis antiguos textos, pero eso sería traicionar lo que significaron en el momento en que fueron escritos, porque la poesía debe ser fiel con ese instante irrepetible que es la propia escritura”.

Carmen Luz dice que poco antes de que se publicara Existencia en poesía, el título que reúne sus poemas completos, hizo una exclamación: “¡Qué bueno debe ser amanecer sin inéditos!”. Sin embargo, en estos momentos, ya tiene inéditos un poemario, El jardín de la delicia y acaba de terminar una nouvelle, La ruta del ciprés.

La poeta no puede con su amor, su pasión por la escritura, que es lo que la lleva a escribir, incluso, más allá de su propia decisión, porque es inherente a ella: “Escribo poesía porque es lo único que sé hacer. Lo hago en cualquier circunstancia, incluso frente al dolor. Si yo no tengo ningún reparo en respirar cuando a mi alrededor alguien muere y tampoco tengo reparo en comer un trozo de pan, por qué tendría que dejar de hacerlo”, afirma Carmen Luz, y seguramente en ese mismo instante está ya preparando interiormente el poema que escribirá después.


(Escrito en 2001)




POEMAS DE CARMEN LUZ BEJARANO


Imagen Sideral


Nos pueblan los antiguos
Lovecraft
tus pingüinos del alba casi ciegos
las nebulosas del terror
tus cangrejos asmáticos
las simas donde el hombre
se acuclilla con la muerte
las garras de los bosques
sus dislocados árboles
y lo invisible
ataca
golpea
desde el ojo del pez
o el tentáculo de agua

Sólo un sueño fugaz distrae las esferas
el horror de los tiempos
acecha las estrellas

permanece

desboca las montañas
se retuerce en los vientos

cae el color del cielo
y un tiempo sin agujas
acuchilla el espacio

A través de las sombras
las cerebrales pulpas
la red de los insomnios
sólo huella y latido

Pululan los antiguos
Lovecraft

y no en tus ojos perfil de las montañas
ni en tu soledad acerada de espejos
ni en las rutas del mar
que abrasaron tus algas

sus huellas contenidas
en un clamor de estrellas
más allá de tus pasos recorrieron caminos

Pululan los antiguos
y sus huellas atacan
la diaria condición del espejo
y su faz de reflejos
sus faros invisibles
fotografían gestos y silencios
Lovecraft
Lovecraft
tus antiguos distantes
agazapados en cáscaras astrales
de vez en cuando tan sólo
sus pezuñas hendían en celo el universo

Ahora nos habitan

Corpúsculos de luna amasijan la arcilla
y las algas trascienden
y el pez lunar aguarda

Ahora
invernaderos de cristal donde las vísceras
son universos de espera
Atado el cordón umbilical de los cohetes
alguien se bebe a sorbos las noches
del espacio
descascara los astros

Se derrumban los cielos en espirales
diáfanas
pero no hay inocencia en el color del cielo
nadie pone en el fuego su mano
por la hierba
por el río
o la imagen
por la silla
o el pez

En los frutos del árbol se alimentó
la especie
y el fuego de la espada
nos abre el infinito

escama el aire
un ovni
la sibila espacial
quién sabe
una gaviota
tal vez
sólo el silencio
que talla sus cristales

Lovecraft
Lovecraft
nos pueblan los antiguos
la medusa innombrable

mientras Narciso bebe en aguas siderales


(1970)


* * * * * * * *

Amanece
Un encuentro de pájaros
dinamita el silencio
alguien besa mis párpados
y pasa.
Nos sorprende la tarde
con su juego de sombras,
avanzamos:
alguien mide los pasos
y aguarda.
¿Será ya noche
en el corazón de tiempo.

(De “Abril y lejanía”, 1961)


* * * * * *
Una niña derrama
sobre la hierba
el canto del agua.


* * * * * *


Sigo la ruta marina de la tarde
y oigo el reir de las estrellas.


(De “Aracanto”, 1966 )


* * * * * *

Nada persiste en mí. Soy como las olas
que al romperse no dejan memoria
sobre las rocas o la arena que besan al
partir.
No quieras de detenerme.
Viajaré por tu cuerpo. Amaré lo que amas.
Me detendré un instante desanudando el
tiempo.


* * * * *

Déjame partir ahora. Tú eres la piel que
inventó mi soledad para tocarla.
Déjame.
No ves que ya mi cuerpo se va alejando.
No ves que ya empecé a caminar en
huella inversa a tu recuerdo.
Es verde el mar que miro. El engañoso
verde desalojará el amor y sus recreos.


* * * * * *


Mujer
para que fuera solidaria me acunaste los
días
con fuego de luna y aracantos y mimbre
escarbaste la tierra hasta el hondo
cogollo
y en un cuenco de manos defendiste mi sueño

Como tú
me hice diáfano el vientre y albergué
la semilla
fui paraje de siembra tierra oscura y solemne
amasé la alegría de los cuerpos que
crecen
del fulgor que se expande conteniendo la vida

No pusimos
coraza ni distancia ni pared ni muralla
inmolé tu ternura inmolaron la mía otros
vientres
mañana abrirán sus espuertas

Finalmente
tus ojos andarán sobre el tiempo
tu cuerpo
en el único gesto más puro
que la almendra del aire



(De “Del amor y otros asuntos”, 1984)

* * * * * *

Desbrazando las brumas
me abrazaré a mi cuerpo como al cadáver
más gozosamente amado.


* * * * * *


Garrapatea su número
la muerte
sobre el ala dormida
a ras del viento.
Grávida de claridad
en el ocaso
el alma ensaya
su quietud
en vuelo.
Hiere la sombra,
la vigilia sueña.
Se alza la frente,
caracola en trance,
e instantáneas
se ausentan las pupilas.


(De “La dama del sosiego”, 1991)


* * * * *


¿Escuchas?
Es la muerte que pasa
y el mar que se deshace
en jadeos de espuma.

(De “Juegos de Casandra”, 1999)


*En la segunda foto aparecen, entre otros, César Calvo y Javier Heraud (primera fila), Arturo Corcuera (segunda fila) y Carmen Luz Bejarano (tercera fila).


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sábado, 10 de octubre de 2009

JOSÉ EMILIO PACHECO: EN LA POESÍA LO QUE NO ES EXCELENTE ES DESPRECIABLE

“La edad de las tinieblas” es el más reciente poemario de José Emilio Pacheco publicado por la editorial Visor, en Madrid, que contiene párrafos como este:

Me intriga pensar en lo que han dicho mis padres: en el petróleo de la lámpara flotan reducidos a esencia bosques y dinosaurios de la prehistoria. Millones de años se han necesitado para humedecer la lengüeta de jerga que convertida en mecha soporta la llama. Una campana de cristal la protege y le permite iluminarnos. En el quinqué se consumen los restos fósiles de una vida improbable. La noche huele a luz carbonizada.

O este otro:

Los veo formarse indefensos y salir en busca de alguien que los resguarde. La inmensa mayoría les da la espalda. Cuando ellos se acercan las personas desvían la mirada y hacen como si los versos no existieran.

Y también este:

A usted le duele esta ciudad que también ha hecho suya y lamenta ver cómo la hemos destruido y la seguimos arrasando. No entiendo sus razones para amar un sitio desesperante y sin esperanza. O tal vez existe la esperanza porque usted se encuentra aquí una vez más y llena de luz otra estación sombría.

Nací en un lugar que se llamaba como éste y ocupaba su espacio. Ahora también en mi suelo natal soy extranjero en tierra extraña. Ya no conozco a nadie ni reconozco nada. Usted, en cambio, no es extranjera en ningún lado. Usted es de todas partes como la música.

Por favor, no se vaya. No se lleve al partir un fragmento de luz entre el desierto pardo y la barbarie que por codicia y estupidez hemos engendrado.


Con motivo de la aparición del nuevo libro, el suplemento Babelia del diario el País ofrece una entrevista al poeta que el próximo mes recibirá el XVIII Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana.


ENTREVISTA: EN PORTADA/Entrevista
LA CURIOSIDAD DEL POETA
PABLO ORDAZ 10/10/2009

Hay una voz que emociona a los jóvenes mexicanos. Es la de un hombre de 70 años que conoció a Octavio Paz, a Luis Cernuda, a Vicente Aleixandre, a Max Aub, a Jorge Luis Borges. Hay un poema de 1967 que emociona a todas las generaciones de mexicanos. Se llama Alta Traición y dice así: No amo mi patria. / Su fulgor abstracto / es inasible. / Pero (aunque suene mal) / daría la vida / por diez lugares suyos, / cierta gente, / puertos, bosques de pinos, fortalezas, / una ciudad deshecha, gris, monstruosa, / varias figuras de su historia, montañas / -y tres o cuatro ríos. La voz y el poema pertenecen a José Emilio Pacheco, pero más allá de lo extenso de su obra, de la importancia de los premios recibidos, lo que inspira la vida y la obra del último premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana se resume en una frase que intercala en la conversación: "Es muy curioso todo". Y es en la manera gozosa en que lo dice, en el deseo inagotable de aprender y en su forma de transmitir lo que sabe, siempre como un regalo, nunca como una lección, donde está el alma de José Emilio Pacheco, su conexión tan íntima con lo mejor de México.

-Qué casa más bonita.
-La queremos mucho.

La cita es a las nueve de la mañana, en su casa, para desayunar. José Emilio Pacheco estrecha la mano del periodista y en ese momento, fin del verano, ciudad de México, colonia de La Condesa, dos temores se sientan frente a frente. El del poeta a las entrevistas. El del periodista ante un sabio que odia las entrevistas. Después de un primer café de tanteo, y ante las primeras preguntas, José Emilio Pacheco decide confesar: ¿Ves?, encendiste la grabadora y enmudecí. Hay gente que tiene el talento para hacer entrevistas, pero yo carezco absolutamente de ese talento. Después de cada entrevista, me quedo pensando: ¿por qué no le dije esto...? Debería haberle dicho aquello otro... Ten en cuenta que yo estoy acostumbrado a escribir, a ver lo que pienso. Y si no veo lo que estoy diciendo, ¿cómo puedo pensar?.

Confesión por confesión, el reportero le cuenta que hasta la noche anterior no le llegó por correo electrónico su último libro, La edad de las tinieblas, que en España publica Visor. Y que fue abrir el archivo, empezar a leer los 50 poemas en prosa y sentir ternura con Bolotó, "el terror de las hormigas", miedo ante la mirada del insecto, "en la noche del insecto hay un minuto en que se pregunta a qué sabrá sentirse humano", nostalgia de aquella lejana tarde con aquella mujer, nos llevamos tan bien que sin decirlo preferimos no volver a vernos.... Al apagar el ordenador, ya alta la madrugada, el periodista había desaparecido y se había convertido en uno más de sus rendidos admiradores. Cuando José Emilio Pacheco acude a alguna celebración literaria en México, los organizadores saben que habrá lleno absoluto, y que sus lectores no se conformarán con la delicia de escucharlo hablar, sino que querrán saludar al autor de Las batallas en el desierto, que se retrate con ellos, que les dedique un libro... Cuando se pregunta aquí y allá por José Emilio Pacheco, las respuestas coinciden: "¿Lo vas a entrevistar? ¡Qué suerte! Es una persona encantadora, un sabio como los de antes. Eso sí -bajan la voz-, ten en cuenta que José Emilio Pacheco odia las entrevistas". Pacheco se disculpa: La paradoja es que a mí me gusta mucho leer las entrevistas, pero hay veces que me preguntan: ¿y usted qué intentó reflejar con este poema...? Ah, pues yo, no sé qué responder... Prefiero que hablemos tranquilamente y luego tú escribes lo que creas más conveniente. ¿Te he ofrecido ya café? ¿Qué poema me decías que te había gustado?.

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viernes, 9 de octubre de 2009

CABALLERO BONALD GANA EL PREMIO DE POESÍA GARCÍA LORCA

Nacido en Jerez de la Frontera en 1926, el poeta español José Manuel Caballero Bonald ha obtenido el VI Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca. Según la agencia EFE el jurado considera que se trata de “uno de los grandes artistas de la lengua española", que "ha elegido ir por las zonas menos transitadas de la lengua" y ha puesto especial énfasis en el hecho de que "no se parece a nadie". El poeta ha participado esta vez junto con otros 35 candidatos de quince países. El Premio está dotado con 50.000 euros, el de mayor cuantía en habla hispana.


UNA SEMBLANZA




UN POEMA

Entra la noche como un trueno...

Entra la noche como un trueno
por los rompientes de la vida,
recorre salas de hospitales,
habitaciones de prostíbulos,
templos, alcobas, celdas, chozas,
y en los rincones de la boca
entra también la noche.

Entra la noche como un bulto
de mar vacío y de caverna,
se va esparciendo por los bordes
del alcohol y del insomnio,
lame las manos del enfermo
y el corazón de los cautivos,
y en la blancura de las páginas
entra también la noche.

Entra la noche como un vértigo
por la ciudad desprevenida,
rasga las sábanas más tristes,
repta detrás de los cobardes,
ciega la cal y los cuchillos
y en el fragor de las palabras
entra también la noche.

Entra la noche como un grito
por el silencio de los muros,
propaga espantos y vigilias,
late en lo hondo de las piedras,
abre los últimos boquetes
entre los cuerpos que se aman,
y en el papel emborronado
entra también la noche.

(De su primer libro: Las adivinaciones, 1952)


LECTURA DEL POEMA




Una entrevista.

Más información.


martes, 6 de octubre de 2009

Nacida en Beirut en 1970, Joumana Haddad es una de las poetas libanesas más destacadas de la actualidad, junto con Inaya Jaber, Nada el Hage y Suzanne Elaywan. Los poemas que aquí se presentan corresponden a la antología "Cuando me hice fruta"(Monte Ávila, 2006). Ha publicado también "El tiempo de un sueño" (Beirut, 1995), "Invitación a una cena secreta" (Beirut, 1998), "Dos manos hacia el abismo" (Beirut, 2000), "No he pecado bastante, Antología" (El Cairo, Egipto, 2004) y "El retorno de Lilith (Beirut, 2004).



LA PANTERA ESCONDIDA DONDE NACEN LOS HOMBROS

Ella tiene la cabellera más lejana que un placer que acaba de pasar y en la sonrisa mil promesas que no impiden la lluvia. Sus colores son una paleta de temblores, ya cicatriz de ondas, ya claro de cuchillo. Ningún cartero llama a su puerta porque no se le conoce morada. Tampoco se le conoce fin, porque es libre como un árbol.
Y como un árbol, sube.

Ven
Recógela a flote en tus ojos.
Su jardín, fortaleza que exhala la intriga y dulce muerte que huele la presa. El diablo se siente allí en su casa.
Las miradas no pueden capturarla, ni los cálices: mujer de brumas, de incertidumbres y de fantasías. Mujer de caídas también.
Sobre su piel una infinitud de continentes desconocidos se mueven. Cada guijarro es un falso juramento, liso como las esperas vistas de lejos, y cada mano, cada mañana, son viajes. ¡Pero cuántas trayectorias horizontales y cuán pocas escaladas!

Ven
Graba su silueta en la memoria de tus palmas.
Degustadora y toda de bocas vestida, está hecha para degustar y ser degustada. Sus labios son comestibles y su lengua una cucharada interminable de delicias.
Golosa de sabores finos se los regala a deseo, pero vigila quedarse con su hambre.
Lo prohibido, clítoris de su cabeza...
¿Y su vientre? Campos de trigo donde centellea el pan del deseo...



ÁRBOL AZUL

Cuando tus ojos se encuentran con mi soledad
El silencio se convierte en frutas
Y el sueño en temporal
Se entreabren puertas prohibidas
Y el agua aprende a sufrir.
Cuando mi soledad se encuentra con tus ojos
El deseo sube y se derrama
A veces marea insolente
Ola que corre sin fin
O savia cayendo gota a gota
Savia más ardiente que un tormento
Comienzo que nunca se cumple.
Cuando tus ojos y mi soledad se encuentran
Me entrego desnuda como la lluvia
Generosa como un seno soñado
Tierna como la viña que madura el sol
Múltiple me entrego
Hasta que nazca el árbol de tu amor
Tan alto y rebelde
Tan rebelde y tan mío
Flecha que vuelve al arco
Palmera azul clavada en mis nubes
Cielo creciente que nada detendrá.
Traducción de Joumana Haddad



EL RETORNO DE LILITH*

Las bestias monteses se encontrarán con los gatos
cervales, y el peludo gritará a su compañero:
Lilith también tendrá allí asiento, y hallará para sí
reposo.
Isaías 34:14
Yo soy Lilith, la diosa de dos noches que vuelve de su exilio.

Yo soy Lilith, la diosa de dos noches que vuelve de su exilio.

Soy Lilith, la mujer destino. Ningún macho escapa a mi suerte y ningún macho quisiera escapar.

Soy las dos lunas Lilith. La negra no está completa sino por la blanca, ya que mi pureza es la chispa del desenfreno y mi abstinencia, el inicio de lo posible. Soy la mujer-paraíso que cayó del paraíso, y soy la caída-paraíso.

Soy la virgen, rostro invisible de la desvergüenza, la madre-amante y la mujer-hombre. La noche, pues soy el día; la costa derecha, pues soy la izquierda; y el Sur, pues soy el Norte.

Soy la mujer festín y los convidados al festín. Me llaman la hechicera alada de la noche, la diosa de la tentación y del deseo. Me han nombrado patrona del placer gratuito y de la masturbación y liberada de la condición de madre para que sea el destino inmortal.

Soy Lilith, la de los blancos senos. Irresistible es mi encanto, pues mis cabellos son negros y largos y de miel son mis ojos. La leyenda cuenta que fui creada de la tierra para ser la primera mujer de Adán, pero no me sometí.

Soy Lilith que retorna del calabozo del olvido blanco, leona del señor y diosa de dos noches. Yo reúno aquello que no puede ser reunido en mi copa y lo bebo ya que soy la sacerdotisa y el templo. Agoto toda embriaguez para que no se piense que me puedo saciar. Me hago el amor y me reproduzco para crear un pueblo de mi linaje, ya que mato a mis amantes para dar paso a los que aún no me han conocido.

Soy Lilith, la mujer selva. No supe de espera deseable, pero sí de leones y de especies puras de monstruos. Fecundo todos mis flancos para fabricar el cuento. Reúno las voces en mis entrañas para que se complete el número de esclavos. Devoro mi cuerpo para que no se me diga famélica y bebo mi agua para nunca sufrir de sed. Mis trenzas son largas para el invierno y mis maletas no tienen cubierta. Nada me satisface ni me sacia y aquí estoy de regreso para ser la reina de los extraviados en el mundo.

Soy la guardiana del pozo y el reencuentro de los opuestos. Los besos sobre mi cuerpo son las heridas de aquellos que trataron. Desde la flauta de los muslos asciende mi canto, y desde mi canto la maldición se expande en agua sobre la tierra.

Soy Lilith, la leona seductora. La mano de cada sirviente, la ventana de cada virgen. El ángel de la caída y de la conciencia del sueño ligero. Hija de Dalila, de María Magdalena y de las siete hadas. No hay antídoto contra mi maldición. Por mi lujuria se elevan las montañas y se abren los ríos. Regreso para penetrar con mis flujos el velo del pudor y para limpiar las heridas de la falta con el aroma del desenfreno.

Desde la flauta de los muslos asciende mi canto
y por mi lujuria se abren los ríos.
¿Cómo podría no haber mareas
cada vez que entre mis labios verticales brilla una sonrisa?
Porque soy la primera y la última
La cortesana virgen
El codiciado temor
La adorada repudiada
Y la velada desnuda,
Porque soy la maldición de lo que antecede,
El pecado desapareció de los desiertos cuando abandoné a Adán.
Él se equivocó por completo, hizo añicos su perfección.
Lo hice descender a tierra, y para él alumbré la flor de la higuera.

Soy Lilith, el secreto de los dedos que insisten. Perforo el sendero, divulgo los sueños, destruyo ciudades de hombres con mi diluvio. No reúno dos de cada especie para mi arca. Más bien los transformo a todos para que el sexo se purifique de toda pureza.

Yo, versículo de la manzana, los libros me han escrito aunque ustedes no me hayan leído. El placer desenfrenado, la esposa rebelde, la realización de la lujuria que conduce a la ruina total. En la locura se entreabre mi vestimenta. Los que me escuchan merecen la muerte y los que no me escuchan morirán de despecho.

No soy remisa ni la yegua dócil,
soy el estremecimiento de la primera tentación.
No soy remisa ni la yegua dócil,
Soy el desvanecimiento del último pesar.

Yo, Lilith, el ángel desvergonzado. La primera yegua de Adán y la corruptora de Satán. El imaginario del sexo reprimido y su más alto grito. Tímida, pues soy la ninfa del volcán; celosa, pues la dulce obsesión del vicio. El primer paraíso no me pudo soportar. Y me arrojaron de él para que siembre la discordia sobre la tierra, para que dirija en los lechos los asuntos de los que a mí se someten.

Soy Lilith, el destino de los conocedores y la diosa de dos noches. La unión del sueño y de la vigilia. Yo, la poeta feto, perdiéndome gané mi vida. Regreso de mi exilio para ser la esposa de los siete días y las cenizas de mañana.

Yo la leona seductora regreso para cubrir de vergüenza a las sumisas y reinar sobre la tierra. Regreso para sanar la costilla de Adán y liberar a cada hombre de su Eva.

Yo soy Lilith
Y vuelvo de mi exilio
Para heredar la muerte de la madre que he criado.

* Según muchas leyendas, Lilith es la primera mujer, antes de Eva, formada del polvo de la tierra como Adán. Era independiente, fuerte, libre, y no quiso obedecer ciegamente al hombre. Por fin se rebeló, escapó del paraíso y se negó a volver. Entonces Dios la trasformó en demonio, y después creó la segunda mujer, Eva, de la costilla de Adán para garantizar su obediencia.

Traducción de Alberto Valdivia y Renato Sandoval



LÁSTIMA SI ESO QUEDA ATRÁS

Me arrellanaré sobre tu cama
Como dactilares de fuego.
Me implantaré en tu noche,
Y mi día brotará desde tu jarro.
Conoceré tus cuartos de memoria palabra por palabra,
Y tus versos línea por línea.
Correré y correré frente a ti,
Y presionaré la mano del viento y la traeré encima.
Mi boca se moverá desde tu frente hasta tu cuello,
Desde tu nuca hasta el extremo más importante,
Y dejaré posar mis sueños sobre tus hombros
Y me dejarás vagar.
Acércate.
La tierra se colapsa sobre mí
Y yo no escaparé entre mí misma.
La lujuria desea saborearme
Pero yo no la guiaré hasta mi casa.
Mi traje me está devorando
Pero no lo ahuyentaré yo sola.
Acércate.
Penetras mi cabeza
Y así me velo yo misma con mi fantasía, y te acoso.
Acércate. Yo no te llamaré mucho tiempo.
Ven, adhiérete
Y no malgastes mi vertiginosa exaltación.
Desgracia para ti de mi fragancia
Si ella se queda atrás
¡Y yo me voy!


Traducción de Rafael Patiño Góez




lunes, 5 de octubre de 2009

"LOS DIOSES NACEN DEL CORAZÓN"

Los antiguos poetas animaron con dioses o genios todos los objetos perceptibles, dándoles nombres y adornándolos con los atributos de los bosques, los ríos, las montañas, los lagos, las ciudades, las naciones, y con cualquier cosa que sus sentidos, mucho más agudos, pudieran percibir.

Y en particular estudiaron el genio de cada ciudad y de cada país, y lo pusieron bajo la protección de su deidad mental.

Hasta que se formó un sistema del que algunos se aprovecharon para esclavizar a los hombres comunes, intentando abstraer o convertir en realidades independientes de sus objetos a las deidades mentales: así nació el sacerdocio.

Escogiendo los ritos de culto narrados en los relatos poéticos.

Y por fin decretaron que los dioses habían ordenado tales cosas.

Así olvidaron los hombres que todas las deidades habitan en su corazón.

(De "Matrimonio del Cielo y el Infierno", William Blake,1757-1827).