jueves, 19 de marzo de 2009

LA ROSA QUE MORIR NO SABE

Homenaje a Meira Delmar


La rosa no sabe morir y por eso nace cada día en los ojos de aquellos que aún pueden verla en el mundo como una sorpresa de amor. Y es que de amor estuvo llena la vida de Meira Delmar (1922-2009), nuestra hermana colombiana capaz de admirar con igual intensidad la locura de un Gustavo Adolfo Bécquer como la de un Raúl Gomez Jattin, locuras distintas: una literaria otra real, Porque a pesar del tiempo el romanticismo mantiene una misma visión, por encima de las formas y las épocas.

Delmar declaró que su poesía es distinta, porque tal vez ella tiene siempre un tono nostálgico. "El amor en mi poesía es de tonos medios, no es un amor que grita, no es un amor que exige, es un amor que se está siempre yendo, eso podía ser lo que hace que mi poesía sea siempre diferente", dijo a Álvaro Suescún en una entrevista para la revista "Puesto de combate".

De ancestros libaneses, Meira Delmar fue el seudónimo de Olga Chams Eljach. Amiga eterna de Gabriel García Márquez, formaron parte del Grupo de Barranquilla, ese colectivo de escritores que ha alumbrado tanto el escenario artístico colombiano.

En 1942, Delmar publicó su primer poemario, 'Alba del olvido' al que siguieron 'Verdad del sueño' (1946), 'Sus mejores versos' (1957), antología editada en Buenos Aires; 'Poesía' (1970), antología bilingüe (español-italiano) publicada en Siena (Italia), 'Huésped sin sombra' (1971) y 'Alguien pasa' (1998), entre otros.

Nunca quiso que la llamasen poeta, según le dice a Robinson Quintero Osa en una entrevista. "Sabemos bien que la definición inicial que aparece en el primer diccionario de la lengua dice: “Poeta: hombre o mujer que escribe versos”. Es decir que el calificativo está correcto. Pero, si existe en nuestro idioma un masculino y un femenino, ¿por qué no utilizar la palabra “poetisa”, que suena mucho más eufónico?".

Ideas, páisajes, colores propios, visiones únicas, como es única una voz, Delmar admiró a mujeres gigantes como Delmira Agustini, Gabriela Mistral, Alfonsina Storni y Juana de Ibarbourou, a quienes calificó como "un momento estelar en el sur de América".

En una carta Juana de Ibarbourou anunció que, permaneciendo fial a la poesía, Delmar llegaría a hacer, como efectivamente lo fue, una gran poeta o poetisa -como ella prefería que la nombrasen- de su país, de América, del mundo.

Dicen que hace dos días, Meira se embarcó en un largo viaje hacia el amor. Y que antes de partir le dio gracias al mundo por aquellas cosas que pudo ver y que no pudo, pero que ahora nosotros podremos admirar a través de su poesía: rosas que vienen del mar y que no saben ni sabrán morir nunca.




Nueva Presencia




Venías de tan lejos como de algún recuerdo.
Nada dijiste. Nada. Me miraste a los ojos.
y algo en mí, sin olvido, te fue reconociendo.
Desde una azul distancia me caminó las venas
una antigua memoria de palabras y besos,
y del fondo de un vago país entre la niebla
retornaron canciones oídas en el sueño.
Mi corazón, temblando, te llamó por tu nombre.
Tú dijiste mi nombre... Y se detuvo el tiempo.
La tarde reclinaba su frente pensativa
en las trémulas manos de los lirios abiertos,

y a través de las nubes los pájaros errantes
abrían sobre el campo la página del vuelo.
Con los hombres cargados de frutos y palomas
interminablemente pasaba el mismo viento,
Y en el instante claro de los bronces mi alma,
llena de ángelus, era como un sitio del cielo.
Una vez, antes, antes, yo te había perdido.
En la noche de estrellas, o en el alma de un verso.
Una vez. No sé donde... Y el amor fue tan sólo
encontrarte de nuevo.



La Hoguera



Esta es, amor, la rosa que me diste
el día en que los dioses nos hablaron.
Las palabras ardieron y callaron.
La rosa a la ceniza se resiste.
Todavía las horas me reviste
de su fiel esplendor. Que no tocaron
su cuerpo las tormentas que asolaron
mi mundo y todo cuanto en él existe.
Si cruzas otra vez junto a mi vida
hallará tu mirada sorprendida
una hoguera de extraño poderío.
Será la rosa que morir no sabe,
y que al paso del tiempo ya no cabe
con su fulgor dentro del pecho mío.

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